CEAF - CENTRO ESPIRITA AMOR FRATERNO

CENTRO ESPÍRITA AMOR FRATERNO
CEAF.
FE, INQUEBRANTABLE ES LA QUE PUEDE MIRAR FENTE A FRENTE,
A LA RAZÓN, EN TODAS LAS ÉPOCAS DE LA VIDA.
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CURSO FORMACIÓN DE FACILITADORES DEL EVANGELIO REDIVIVO
Amigos que viven en España, aprovechen esa oportunidad de convivencia y perfeccionamiento individual, para integrar el grupo de los que estudian el Evangelio a la luz del Espiritismo, libre de las interpretaciones dogmáticas y tradiciones religiosas, que limitan la visión más amplia de la propuesta cristiana de renovación de la humanidad. En ese curso no vamos a tratar de religión, vamos a hablar de un método de estudio que promueve el conocimiento de sí mismo, la renovación de nuestra visión de la Ley Divina y de la realidad espiritual. No tengas dudas, inscríbete y vamos a encontrarnos para el abrazo fraterno de hermanos de ideal.
¡NOVEDAD!

CURSO FORMACIÓN DE FACILITADORES DEL EVANGELIO REDIVIVO

El próximo 30 de enero se abre el plazo de inscripción. ¡NO TE LO PIERDAS!
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El próximo 30 de enero abrimos el plazo de inscripción para este nuevo curso que la Comisión de Formación de la Federación Espírita Española ha organizado para el próximo 28 de marzo en Ciudad Real, en el hotel Doña Carlota.

El donativo de inscripción será de 15€ y se abonará por transferencia bancaria al número de cuenta de la Federación Espírita Española:
ES93 2038 3317 2960 0018 1756 indicando su nombre y apellidos y en Referencia "Curso Redivivo".
 El culto cristiano en el hogar
 
Se poblaro el firmamento de estrellas, dentro de la noche de luna plateada, cuando el Señor, instalado provisionalmente en casa de Pedro, tomó las Sagradas Escrituras y, como si quisiese imprimir nuevo rumbo a la conversación que se hiciera improductiva y menos edificante, habló con bondad: —Simón, ¿qué hace el pescador cuándo se dirige para el mercado con los frutos de cada día? El apóstol pensó algunos momentos y contestó, titubeante: — Maestro, naturalmente escogemos los mejores peces. Nadie compra los residuos de la pesca. Jesús sonrió y preguntó de nuevo: —Y el alfarero ¿Qué hace para atender a la tarea que se propone? — Ciertamente, Señor — respondió el pescador, intrigado —, modela el barro, imprimiéndole la forma que desea. El Amigo Celeste, de mirada compasiva y fulgurante, insistió: —Y, ¿cómo procede el carpintero para realizar el trabajo que pretende? El interlocutor, muy simple, informó sin titubear: — Labrará la madera, usará la azuela y el serrucho, el martillo y el formón. De otro modo, no perfeccionará la pieza bruta. Jesús se calló, por algunos instantes, y adujo: — Así, también, es el hogar delante del mundo. La cuna doméstica es la primera escuela y el primer templo del alma. La casa del hombre es la legítima exportadora de caracteres para la vida común. Si el negociante selecciona la mercancía, si el ebanista no consigue hacer un barco sin amoldar la madera a sus propósitos, ¿cómo esperar una comunidad segura y tranquila sin qué el hogar se perfeccione? La paz del mundo comienza bajo las tejas a que nos acogemos. Si no aprendemos a vivir en paz, entre cuatro paredes, ¿cómo esperar la armonía de las naciones? Si no nos habituamos a amar al hermano más próximo, que está asociado a nuestra lucha de cada día, ¿cómo respetar al Eterno Padre que nos parece distante? Jesús pasó rápidamente la mirada por la modesta sala, hizo un pequeño intervalo y continuó: — Pedro, encendamos aquí, en torno a los que nos buscan la asistencia fraterna, una claridad nueva. La mesa de tu casa es el hogar de tu pan. En ella, recibes del Señor el alimento de cada día. ¿Por qué no instalar, alrededor de ella, la sementera de la felicidad y de la paz en la conversación y en el pensamiento? El Padre, que nos da el trigo para el granero, a través del suelo, nos envía la luz a través del Cielo. Si la claridad es la expansión de los rayos que la constituyen, la abundancia comienza en el grano. En razón de eso, el Evangelio no fue iniciado sobre la multitud, y, sí, en el sencillo domicilio de los pastores y de los animales. Simón Pedro fijó en el Maestro los ojos humildes y lúcidos y, como no encontró palabras adecuadas para explicarse, murmuró, tímido: — Maestro, que se haga como deseas. Entonces Jesús, convidando a los familiares del apóstol a la exposición edificante y a la meditación elevada, desenrolló los escritos de la sabiduría y abrió, en la Tierra, el primero culto cristiano del hogar.
 SIGAMOS CON JESÚS

Mahoma fue un valeroso conductor de hombres. Millones de personas se arrodillarán a sus órdenes. Sin embargo, dejó el cuerpo como cualquier mortal y sus restos fuerones encerrados en una urna, que es visitada anualmente, por millares de curiosos y seguidores. Carlos V, poderoso emperador de España, soñó con el dominio de toda la tierra, dispuso de riquezas inmensas, gobernó muchas regiones; entre tanto, entregó un día la corona y el manto al refugio del polvo. Napoleón era un gran hombre. Hizo muchas guerras. Dominó a millones de criaturas. Dejó el nombre inolvidable en el libro de las naciones. Hoy, todavía, su túmulo es venerado en París… Mucha gente hace peregrinaciones hasta allá, para visitarle los huesos… Como sucede con Mahoma, con Carlos V y con Napoleón, los mayores héroes del mundo son recordados en monumentos que les guardan los despojos. Con Jesús, sin embargo, es diferente. En el túmulo de nuestro señor, no hay señales de cenizas humanas. Ni piedras preciosas, ni mármoles costosos, con frases que indiquen, allí, la presencia de carne y sangre. Cuando los apóstoles visitaron el sepulcro en la gloriosa mañana de la resurrección, no había allí ni luto, ni tristeza. Allá encontraron un mensajero del reino espiritual que les afirmó: “no está aquí”. Y el túmulo está abierto y vacío, hace casi dos mil años. Siguiendo, pues, con Jesús a través de la lucha de cada día, jamás encontraremos la angustia de la muerte, y si la vida incesante. En el camino de los notables orientadores del mundo podremos encontrar hermosos espectáculos de gloria pasajera; con todo, es muy difícil no terminar la experiencia en desilusión y polvo. Solamente Jesús ofrece una senda invariable para la resurrección divina. Quien se desenvuelve, por lo tanto, con el ejemplo y la palabra del Maestro, trabajando por revelar la bondad y la luz, en mismo, desde las luchas y enseñanzas del mundo, puede ser considerado un ciudadano celeste.
PÁGINA DE FE

¡Óyeme, amigo! Quien quiera que seas; donde estuvieres y con quien estuvieres; hayas sufrido graves equívocos o cometido infinidad de errores; estés exhausto después de haber pasado por duras tribulaciones; soportes tal o cual enfermedad; permanezcas cercado por rudas aflicciones Vivas abandonado por aquellos a quienes más ames; hayas experimentado desilusiones o agravios que jamás imaginaste; camines por un laberinto de grandes dificultades; Y sueñes con afectos que nunca has tenido; suspires por ideales cuya realización te parezca remota; hiérante prejuicios con los cuales no contabas; trabajes bajo las injurias y persecuciones que envenenan todas tus horas; sirvas soportando el azote de las incomprensiones o de las pedradas; o llores la pérdida de seres queridos arrebatados por la muerte Sean cuales fueren los impedimentos o las pruebas con que la vida te enfrente, serena el Espíritu con la fe viva y permanece en la tarea que te fue asignada, en razón de que, siempre que estemos pacientes y confiantes ante nuestros obstáculos, trabajando y sirviendo en la prestación de auxilio para solucionar fraternalmente los problemas de los demás, Dios, con la mayor urgencia, solucionará también los nuestros.
LA CAPA DE SANTO

Cierto discípulo, extremadamente aplicado al Infinito Bien, después de largo tiempo al lado del Divino Maestro, recibió la incumbencia de servirlo entre los hombres en la Tierra. Descend de la Esfera Superior en que habitada y nació entre las criaturas, para ser un carpintero. Operario digno y leal, sufrió muchas veces conflictos amargos pero, se apegaba fervoroso a la protección de los santos y terminó su primera misión admirablemente. Volvió al Cielo, jubiloso, y recibió la orden de ser marinero. Regresó a la carne y trabajó, asiduamente, en innumerables viajes, esparciendo beneficios en nombre del Señor. Hubo momentos en que la tempestad lo enfrentó, amenazadora, pero el aprendiz, en las lides del mar, recurría a los Héroes Bienaventurados y atesofuerzas para vencer. Remató el servicio de manera loable y volvió a la Casa Celeste, de donde retornó al mundo, para ser copista. Se ejercitó, entonces, pacientemente, en los trabajos de la escritura, grabando numerosas enseñanzas de los sabios; y, cuando la aflicción o el enigma le visitaban el alma, se acordaba de los Benefactores Consagrados, y nunca permaneció sin el alivio esperado. Nuevamente restituido al Domicilio de lo Alto, siempre admirado por su conducta irreprochable, descend  a los círculos de lucha común para ser labrador. Sirvió con inenarrable abnegación a la tierra en la que renac, y, si los dolores le buscaban el corazón o el hogar, suplicaba los buenos oficios de los Abogados de los Pecadores y jamás quedó desamparado. Después de precioso descanso, resurgió en el campo humano para ejercitarse en el dominio de las ciencias y de las artes. Fue alumno de Filosofía y encontró numerosas tentaciones contra la fe espontánea que le sustentaba el alma simple y estudiosa; sin embargo, en todos los obstáculos del camino, imploraba la cooperación de los  Grandes Instructores de  la Perfección,  que  habían  conquistado  la  aureola de  la santidad, en las más diversas naciones, y atravesó, ileso, las pruebas difíciles. Luego, mas tarde, fue medico y sorprend padecimientos que nunca imaginara. Se afligió millares de veces ante la amargura de muchos destinos lamentables; se refugió en la paciencia, pid socorro a los Protectores de la Humanidad, y, con el patrocinio de ellos, venció, una vez más. Tan inmensa devoción adquirió, que ya no sabía trabajar sin recurrir de inmediato al  concurso de los Espíritus Glorificadores para su   propia sublimación. Para él, semejantes benefactores serian campeones de la gracia, privilegiados del Padre Supremo o súbditos favorecidos del Trono Eterno. Y, por eso, prosiguió trabajando, en estrecha colaboración con ellos. Fue  sastre, escultor, poeta, músico, escritor, profesor, administrador, conductor, legislador y siempre se retiró de la Tierra con distinción. Victorioso en tantas misiones, fue llamado por el Maestro, que le habló conciso: ‐Has vencido en todas las pruebas que te confié y, ahora, puedes escoger tu propia tarea. El discípulo, embriagado de ventura, consideró sin detenerse: ‐Señor, tantas gracias he recibido de los Benefactores Divinos, que, de ahora en adelante, desearé ser uno de ellos, junto a la Humanidad... ‐¿Pretenderías, por ventura, ser un Santo?‐ indagó el Celeste Instructor, sonriendo. ‐Si...‐ confirmó el aprendiz, extasiado. El Señor, en tono grave, considero: ‐El fruto que alimenta debe estar suficientemente maduro... Hasta hoy, en la forma de operario, de artista, de administrador y de orientador, has estado a mi servicio, junto a los hombres, pero, con la capa de santo, permanecerás al servicio de los hombres, junto a mí. Hay mucha diferencia. Pero, el interlocutor insistió, humilde, y el Maestro no le negó la concesión. Renació, de ese modo, muy esperanzado y a los veinte años del cuerpo físico, recibió de lo Alto el manto resplandeciente de la santidad. En  él  se  manifestaron dones sublimes. Adivinaba, curaba, esclarecía, consolaba. La inteligencia, la intuición la ternura eran en el diferentes. Y el pueblo reconociendo   su   condición,   le buscó, en masa, las bendiciones y directrices. Buenos y malos, justos e injustos, ignorantes a instruidos, jóvenes y viejos, le exigían, sin consideración por sus necesidades naturales, la salud, el tiempo, la paz y la vida. En la categoría de santo, no podía sustraerse a la lucha, ni desesperarse, y por más que estuviese rodeado  de manjares  y flores, por parte de los devotos y beneficiarios reconocidos, no podía comer, ni dormir, ni pensar, ni lavarse. Debía dar, sin reclamación, sus propias fuerzas, a la manera de una vela, manteniendo la llama por las dos puntas. No valían excusas, lágrimas, cansancio o servicio hecho. El pueblo exigía siempre. Después de dos años de amarga batalla espiritual, atormentado y disgustado, se dirig en oraciones al Señor y alegó que la capa de santo era por demás espinosa y pesaba excesivamente. Dándose cuenta del llanto sincero, el Maestro lo oyó, compadeciendo, y le explicó: ‐Olvidaste que, hasta ahora, has actuado en el comando. En la posición de carpintero, modelabas la madera; labrador, determinabas el suelo; medico, ordenabas a los enfermos; filosofo, regias ideas; sico, tañías los instrumentos;  escultor, cincelabas la piedra; escritor, disponías sobre las letras; profesor instruías a los menos sabios que tu; administrador y legislador, interferías en los destinos ajenos. Siempre te preste autoridad y recursos para los trabajos de valor... Pero, para vestir la capa de santo, es necesario aprender a servir... Con el prop6sito de que alcances ese glorioso fin, serás, de ahora en adelante, modelado, pulido, perfeccionado y educado por la vida. Y mientras el Maestro sonreía, complaciente y bondadoso, el discípulo llorando, pero reconfortado, esperaba nuevas ordenaciones para ingresar en el precioso curso de obediencia.
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TERESA CRUZ REYES
 



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